lunes, 7 de abril de 2014

El burdel de las parafilias ( capitulo 2 ) :Rompiendo el protocolo

Lolicon8: Sé de un lugar donde puedes cumplir tu fantasía.

Putrid-doll: ¿En serio? ¿Dónde?

Lolicon8: En el centro, es un burdel clandestino.

Putrid-doll: ¿Un burdel? ¿Y cuánto cobran? Sabes que aún dependo del dinero de mis padres.

Lolicon8: No te preocupes por el dinero, digamos que pagas en especie…

Putrid-doll: Eso no suena bien…

Lolicon8: ¿Qué tanto deseas hacerlo?

Putrid-doll: Touché, valdría la pena aunque terminara como la chica de réquiem por un sueño.

Lolicon8: Sólo un consejo… excédete, desquita tu pago al máximo y no te arrepentirás.

Putrid-doll: Me conoces, sabes que lo haré, dame la dirección.

Se la escribió enseguida con una breve descripción del lugar y le indicó que preguntara por Liss. Tras pocos minutos de charla intrascendental sobre sus filias, ambos se desconectaron. El seudónimo “Putrid-doll” pertenece a Jennifer Díaz, una adolescente de quince años. Decir que es aficionada al gore sería poco, lo indicado sería decir que tiene una obsesión con él; está suscrita a cuantas páginas al respecto ha encontrado y no simplemente disfruta mirar personas cortadas en dos, decapitadas o con la materia gris fuera del cráneo, sino que le genera una seria excitación. Creyó que todo se limitaba al morbo, sin embargo, comprobó lo contrario durante una visita escolar a la morgue. Tras algunos minutos de contemplación de aquel cadáver masculino con los intestinos expuestos, tuvo que correr al baño a masturbarse para no saltar sobre él y su verdusco cuerpo.

Al leer las palabras de Lolicon8 (no tenía ni la más mínima idea de cuál era su nombre verdadero) supo que tendría que visitar aquel lugar esa misma noche. Guardó en su mochila una serie de artículos que pensó que podría utilizar: un atuendo de dominatrix, un par de botas de piel con plataforma alta y su amada catana sumamente afilada que su madre no consiguió prohibirle comprar. Esperó a que sus padres se durmieran y salió sigilosamente por la ventana, como tantas veces lo había hecho antes cuando deseaba irse de juerga sin su consentimiento.

Le resultó sencillo localizar el viejo edificio con la descripción de Lolicon8, habló con la anciana, cruzó por el pasillo abandonado y descendió las escaleras encontrándose con la orgía. Ya que no poseía una buena vista, se acercó a observar de cerca aquella masa gimiente. Penetraciones por aquí, lengüetazos por allá, sin duda resultaría excitante para un visitante común, pero era demasiado ordinario para su gusto.

Una atractiva joven de escasa vestimenta se acercó a ella con una charola repleta de dulces, lo cual le resultó bastante curioso en un lugar así, sin embargo, los dulces eran una de sus mayores debilidades.

—¿Qué tienen? —preguntó ella suspicaz, asumiendo que tendrían alcohol o droga.

—Las paletas son de pene cubierto con chocolate, los caramelos de limón con relleno de ojo en el centro y los bombones tienen sesos —respondió la joven con total naturalidad. Jennifer pensó que bromeaba, pero no la cuestionó, tomó una paleta, varios dulces y algunos bombones; lo primero que comió fue la paleta, descubriendo que era real y la disfrutó como ninguna golosina en su vida.

Estaba tan absorta comiendo aquellos dulces caníbales que se había distraído por un momento de su propósito en ese lugar. Entonces apareció una mujer de al menos 1.80 de alto, de cabello oscuro, figura esbelta y rasgos europeos que la regresó a su misión.
—Vaya, nunca había visto una mujer tan joven por aquí.

—¿Tú eres Liss? —preguntó Jennifer disimulando hábilmente lo intimidada que estaba por su estatura y su belleza.

—Exactamente, supongo que viniste a hablar de negocios —respondió, tras lo cual la condujo a su oficina.

—Tengo entendido que pueden cumplir cualquier parafilia.

—Así es, cualquiera en absoluto. Y ¿cuál es la parafilia de una jovencita como tú?

—¿Tiene a la mano una libreta para tomar notas?

—No es necesario, tengo una memoria excelente.

—Espero que así sea. Quiero seis personas: tres hombres, todos de más de metro ochenta, piel clara, cabello oscuro, penes mayores a 18 centímetros, delgados pero bastante fuertes, atractivos, masoquistas, de entre 17 y 20 años; y tres mujeres que no midan más de metro setenta, piel clara, delgadas, hermosas, igualmente masoquistas, entre 14 y 17 años, todos sumisos y desnudos. Necesito un cuarto con una tina amplia llena de sangre tibia, una cama grande, una silla ostentosa (de poder proporcionarme un trono sería excelente), unas cuerdas bastante resistentes y un juego de cuchillos afilados.

—¿Eso es todo? —preguntó Liss, ligeramente sorprendida por las exigencias de aquella joven. Jennifer respondió afirmativamente y su interlocutora le pasó dos catálogos, uno de mujeres y uno de hombres para que escogiera su harem. Los contempló un par de minutos y soltó un suspiro.

—Esto de los catálogos no me agrada, son sólo fotografías y datos al azar, preferiría escoger a mis chicos en persona —pronunció arrojándolos al escritorio de Liss.

—Tenemos alrededor de 300 personas que cumplen con tu descripción, ¿piensas verlos a todos? —Jennifer fantaseó un momento con encontrarse rodeada de una multitud de personas hermosas entre las cuales elegir, sin embargo, resultaba poco práctico y debía volver a su casa antes de que sus padres despertaran.

—Tráeme lo mejor que tengas, diez hombres y diez mujeres, tu mejor material.

—Puedo asegurarte que todo lo que tenemos es excelente “material” —dijo Liss acentuando burlonamente esa última palabra.

—Bien, entonces no te costará elegir veinte.

—Rob, trae a diez chicos del grupo AD201 y a diez chicas del grupo TD104 no mayores a un metro setenta… Sí, de inmediato… a mi oficina —telefoneó rápidamente—. Estarán aquí en cinco minutos —respondió ella amablemente.

—La persona que me recomendó este sitio me mencionó que cobraban en especie, de acuerdo a la fantasía a cumplir, en ese caso, ¿cuál será el precio por la mía?

—El precio nunca se menciona antes de cumplir sus peticiones, no queremos asustar a los clientes, además, ¿no valdría cualquier precio cumplir su fantasía?

—Está bien, no insistiré con eso, pero tengo otra pregunta: si nunca le cobran un centavo a sus clientes, ¿de dónde obtienen los recursos para seguir manteniendo el negocio?

—Aunque no lo parezca, éste es un negocio bastante rentable, y tenemos muchas otras formas de sustentarnos.

Justo al terminar esa frase, apareció Rob con la ansiada petición de Jennifer; Liss tenía razón, todo era excelente material, tanto que Jennifer consideró por un momento cambiar su trato y conservarlos a todos. Sin embargo, la parte de la elección iba a disfrutarla también. Los observó a grandes rasgos y confirmó que todos entraban en su descripción.

—Me decepcionas, ¿cómo pretendes que los elija en estas condiciones? —dijo ante la sorpresa de Liss, quien no parecía entender a qué se refería—. ¡Están vestidos! No podría estar segura de hacer una buena elección de esta manera.

Ella le dio la razón y les ordenó que se desnudaran; todos obedecieron sin titubear. Jennifer los examinó atentamente, todos eran tan bellos y perfectos que tuvo que ir desechándolos por nimiedades, hasta que por fin se quedó con seis elegidos: Vanessa Aime, Daniel Cifer, Viri Luna, Sally Mayer, Said Barrera y Eduardo Flores. Se les ordenó que se retiraran y Jennifer lamentó esto, pero sabía que pronto serían suyos.

—Tendremos tu habitación dentro de una hora, te ofrecería unirte a la orgía que presenciaste al llegar, pero dados tus gustos me parece que la sala dos te resultará más interesante, sígueme.

Liss la llevó a lo que parecía un club fetichista (aunque de haber sido un hombre mayor de inmediato lo habría tomado como un men’s club). Música electrónica hacía retumbar las paredes y del techo prendían un par de jaulas en las que bailaban mujeres que devoraban partes de cuerpos humanos, algunas personas se acercaban a ellas y eran salpicadas de sangre. Al fondo del lugar había un escenario, por lo cual Jennifer se imaginó que en algún momento habría música en vivo o algo similar.

—Hoy tenemos un buen show, disfrútalo —dijo Liss antes de retirarse.

No transcurrieron ni diez minutos antes de que en aquel escenario aparecieran tres mujeres en corset y faldas diminutas: una pelirroja de cabello corto, bastante alta y voluptuosa que tenía un aire salvaje; una castaña de cabello largo de baja estatura, que expelía sensualidad por cada poro; y una rubia delgada y alta que emitía cierta timidez en sus movimientos, las tres estaban contoneándose al ritmo de Thunderkiss 65 tan eróticamente que Jennifer no pudo evitar reaccionar como todos los presentes, y se acercó al escenario a mirarlas de cerca. Un insulso hombre, visiblemente alcoholizado, tocó descaradamente el trasero de la castaña, que intercambió sonrisas con las demás bailarinas y procedió a invitar a aquel hombre a subir al escenario, mostrándole una silla en él.

Las tres bailarinas lo ataron firmemente a la silla, y la pelirroja le realizó un breve lap dance que lo convirtió en el hombre más odiado del lugar; aún moviéndose al ritmo de la música, se agachó frente a él, le desabotonó la camisa, lamió su abdomen desnudo y comenzó a arrancarle la piel con sus afilados dientes, mientras que con las manos se abría paso en aquel cuerpo que se retorcía convulsivamente, y le extrajo los intestinos que arrojó al público, el cual gritaba extasiado (incluida Jennifer, que había disfrutado el show en demasía).

La pelirroja caderona se acercó a lo que solía ser un hombre, extrajo un cuchillo de su liguero y comenzó a decapitarlo mientras las otras bailarinas continuaban moviéndose al ritmo de la música (que ahora era Shake your blood), y cuando por fin desprendió la cabeza, la ofreció al público que gritaba y se empujaba para conseguirla; Jennifer ni siquiera lo intentó, le hubiera encantado tenerla, pero sería difícil explicarle a sus padres cómo la había obtenido. Finalmente la pelirroja arrojó la cabeza dejando que el público peleara por ella, para luego desaparecer tras el escenario junto a las demás bailarinas. Un par de hombres recogieron el resto del cadáver, ahora Jennifer tenía una idea de cómo obtenían los materiales para realizar aquellas golosinas.

—¿Jennifer Díaz? —le preguntó una hermosa joven que llevaba un traje de criada, y ella asintió—. Su habitación está lista, es la -105 —dijo entregándole una llave antigua, grande y pesada, con el número de habitación grabado en ella.

—La criada la condujo un piso más abajo, parecía llevarla a una mazmorra antigua. Pasaron por algunas puertas, todas con números negativos, hasta que llegaron a la -105. Era una puerta de madera que lucía perteneciente a un monasterio.

—Que lo disfrute —dijo la criada, alejándose de prisa.

Jennifer tomó su pesada llave, y abrió la puerta ansiosa…



Ahí se encontró con sus seis elegidos, examinó la habitación comprobando que contaba con todas sus exigencias, además de un gran espejo que ocupaba casi una pared completa. Contempló particularmente embelesada la tina llena de líquido rojizo, y ansió zambullirse en ella enseguida, pero dominó sus impulsos. Regresó a observar a sus hermosos esclavos, pensando cuál sería el indicado para su primera acción, los recorrió lentamente con la mirada y finalmente se decidió por Viri; su rostro amigable y tierno le indicó que ella era la adecuada.

Le ordenó a Said y a Eduardo que la colgaran paralelamente sobre la tina mientras Vanessa y Sally la desnudaban. Tomó su catana, se introdujo en la tina y con ambas manos tomó un poco del líquido que contenía y se lo llevó a los labios, verificando complacida que era sangre. Acercó su rostro al de la bella mujer colgante y la besó intensamente, dejando una mancha escarlata en sus labios. Volvió a recostarse en la tina y comenzó a recorrer el cuerpo de Viri con la catana desde los pies hasta llegar a sus pechos; con un movimiento rápido cortó uno de ellos que cayó directamente en la tina. Viri soltó un grito de dolor y se retorció intentando liberarse de sus ataduras, lo que divirtió a Jennifer y la incitó a mutilarle el otro pecho, ocasionando un nuevo alarido y salpicándola de sangre. Finalmente, tomó la catana y le realizó un profundo corte en el abdomen, causando que sus vísceras cayeran por doquier.

Jugueteó con aquellas entrañas como si se tratara de una niña con su patito de hule, e incluso se colocó una fracción de intestino alrededor del cuello a manera de bufanda. Cuando volvió de su abstracción, notó que Daniel la miraba con una notoria erección.

—¿Acaso te excita la sangre? —le preguntó curiosa.

—Sí ama, y más cuando la porta una mujer tan hermosa como usted.

Entusiasmada por esas palabras, le indicó que se uniera a ella en la tina, a lo que él obedeció enseguida. Se colocó sobre su miembro erecto y lo ahorcó ligeramente con los intestinos mientras movía su cadera de arriba abajo enérgicamente; el mirarlo cubierto de sangre y con ese tono violáceo que comenzaba a tomar debido a la falta de oxígeno la excitó excesivamente, así que tomó su cabeza y comenzó a azotarla contra la orilla de la tina mientras tenía el mayor orgasmo de su corta vida. Cuando por fin se detuvo, notó que el cráneo de Daniel se había roto y sus sesos se esparcían por el suelo. Miró su mórbido rostro y lo besó ávidamente mientras introducía su mano por el hueco de su cráneo, sintiendo sus sesos.

Salió de la tina y le ordenó a sus cuatro esclavos restantes que limpiaran la sangre de su cuerpo utilizando sus lenguas, mandato que cumplieron a la perfección. Se atavió con el atuendo de dominatrix y las botas altas. Tomó de nuevo su catana y se acercó determinadamente al rígido cuerpo de Daniel para cortarle una mano. Dejó el arma y caminó hacia Sally, quien la miraba provocativamente, y la tomó bruscamente por el cuello y mordió sus hombros con fuerza, haciendo que gimiera de placer mientras comenzaba a masturbarla con la extremidad cercenada de Daniel. Cuando notó que la chica estaba completamente extasiada, tomó un cuchillo y lo deslizó hábilmente por el lado izquierdo del pecho de Sally, introdujo su mano en la herida y extrajo su corazón, el cual latió un par de veces fuera del cuerpo. Ella cayó muerta al instante, y Jennifer mordisqueó aquel corazón lúbricamente.

Se acercó felinamente a Eduardo, que contemplaba con suma atención aquella escena. Se inclinó ante él e introdujo su miembro en su boca, recorriéndolo con su lengua. Le indicó a Said que colocara el mango de su catana en alguna rendija del suelo, de manera de que ésta quedara tan firme como una delgada columna, y mientras él obedecía, prosiguió con un virtuoso fellatio para ser alguien de su edad.

Cuando su mandato fue cumplido, ordenó que ataran de pies y manos a Eduardo, y que fuera empalado sobre su afilada arma. La sangre brotó abundante de su ano, y él aulló de dolor tratando de librarse de aquella dolorosa tortura; sin embargo (ante la gran sorpresa de Jennifer), la erección permanecía en ese atormentado cuerpo, así que saltó sobre Eduardo, sosteniéndose en sus hombros y moviendo su pelvis sobre aquella fuerte erección, causando que la catana penetrara todavía más dentro de aquel cuerpo hasta que por fin salió destrozando el ojo derecho de Eduardo. Jennifer besó su boca ensangrentada y lamió su ojo izquierdo, logrando un segundo orgasmo.

Se retiró del cuerpo y miró a sus dos esclavos restantes. Se acercó a Vanessa y la condujo a la gran cama antigua, atándola de brazos y piernas a las columnas que sobresalían. Tomó uno de los cuchillos, colocándose sobre ella, y ordenó a Said que la penetrara mientras ella realizaba profundos cortes en el cuerpo de Vanessa, lamiendo la sangre brotante. Procedió a lamer su vagina gustosamente sin dejar de recorrer su cuerpo con el cuchillo, causando que gimiera de placer y dolor. Jennifer se detuvo un momento y la miró, ni aún cubierta de cicatrices perdía su belleza, y la hizo sentir una gran envidia; ordenó a Said que sostuviera esa hermosa cabeza mientras ella desollaba su rostro. Vanessa forcejó inútilmente, y Jennifer cumplió su misión: tomó el rostro de Vanessa y lo colocó sobre el suyo, se miró en el espejo y quedó complacida.

Notó que la rendija que sostenía su catana se había roto debido al peso, dejando caer el cuerpo empalado de Eduardo, así que se acercó a él y extrajo su arma ensangrentada, se sentó en el majestuoso trono que le habían proporcionado y obligó a Said a que se arrodillara frente ella y le realizara sexo oral. Sostuvo su cabeza mientras se retorcía ligeramente de placer; tomó la catana y, cuando alcanzó el clímax por tercera vez, decapitó a Said, manteniendo aquella cabeza contra su pelvis hasta que el éxtasis terminó, para luego tomarla con ambas manos y besarla febrilmente.

Miró a su alrededor, contemplando todos los cadáveres que había dejado, y sonrió complacida; imaginó todo lo que podría hacer con ellos, pero estaba por amanecer y debía volver a su casa.

Se dio una rápida ducha, se cambió de ropa, limpió su catana y se dirigió melancólicamente a la puerta, dándole un último vistazo a los despojos humanos, hasta que se decidió a salir. Tras la puerta estaba la adorable criada de nuevo.

—¿Fue lo que esperaba? —le preguntó.

—Sí, aunque creo que podría haberlo hecho mejor. Supongo que estás aquí para hablar del pago —dijo ella, resignándose.

—No exactamente, Liss le envía esto —dijo entregándole un sobre, que Jennifer abrió esperando ver una cuenta con muchos ceros a la derecha. Sin embargo, se trataba de dos hojas escritas a mano que leyó a grandes rasgos. Captó algo sobre su gran creatividad y potencial que podrían ser explotados, además de una disculpa por tener que ausentarse, y una ostentosa firma al final: Alyssa Romanova.

—¿Qué es esto? —preguntó Jennifer, sin entender.

—Una oferta de trabajo.

El burdel de las Parafilias ( Capitulo 1)

Leonel había escuchado rumores acerca de un burdel clandestino en el centro de la ciudad, decían que en ese lugar se llevaban a cabo toda clase de perversiones, desde BDSM hasta canibalismo, zoofilia, coprofilia e incluso necrofilia; claro que el costo variaba de acuerdo a la perversión deseada.

Él siempre había sido un pedófilo en secreto, se paseaba constantemente fuera de las primarias observando con lascivia a las pequeñas niñas en sus uniformes escolares, imaginando sus cuerpos poco desarrollados debajo de estos. Deseaba tanto poseerlas como matarlas a golpes, pero por supuesto, aquello era ilegal. La Deep Web era un paraíso para él: miles de fotos de pequeñas niñas desnudas realizando actos sexuales y algunas incluso siendo maltratadas, todas clasificadas por edades; sus preferidas eran las de siete años porque consideraba que dejaban de parecer bebés para empezar a tener un poco de femineidad.

Así pasaba sus solitarias tardes, masturbándose con aquellas pequeñas sin nombre, deseando poder realizar su fantasía pero controlándose al saber que terminaría en prisión. Por ello, en cuanto escuchó sobre aquel burdel sus ojos se iluminaron. Ahorraría hasta el cansancio, no le importaba cuál fuera el precio: quería poseer una de esas lolitas.

Cuando por fin juntó una suma considerable de dinero, acudió a la dirección que le había sido indicada. Era un viejo edificio que lucía abandonado, en la entrada estaba una anciana pidiendo limosna con una niña de aproximadamente cuatro años, sucia y harapienta. “Espero que ésa no sea la clase de niñas que hay dentro”, pensó él. Le habían dicho que le preguntara a la señora por “Liss”, y así lo hizo.

—Le puedo decir dónde encontrarla, pero… ¿está seguro de querer verla?

Leonel respondió afirmativamente, y tras darle un par de billetes a la anciana, ésta le señaló una puerta en el interior del edificio. Él percibió un extraño aroma que le recordó su visita a alguna mina, pero lo ignoró y siguió caminando hasta la puerta. Detrás de ella había unas escaleras descendentes de las que provenían música y luces danzantes. Tal parecía que estaba en el lugar indicado.

Al final de las escaleras había una larga estancia en la que se estaba realizando una orgía. Eran al menos veinte personas teniendo sexo simultáneamente, todos poseían cuerpos hermosos y tentadores. Observó en particular a las mujeres de piel que parecía cincelada por Miguel Ángel, de largas cabelleras rubias, castañas, pelirrojas, delgadas y con curvas, pero todas de una excepcional belleza; sin embargo, dentro de toda la bacanal no había una sola niña, y esto lo decepcionó bastante.

—¿Quieres unirte? —le preguntó una mujer de largo cabello castaño y ropa formal pero provocativa. Leonel rechazó la propuesta y averiguó que aquella mujer era Liss. Le dijo lo que deseaba y ella le pidió que la siguiera hasta su oficina. Ahí rebuscó entre una larga biblioteca y extrajo una carpeta azul que le entregó.

—Éste es nuestro catálogo de niñas de entre seis y nueve años, están ordenadas por fecha de nacimiento. Avíseme cuando encuentre alguna de su agrado.

Leonel pasó aquellas hojas, tenían varias fotografías de cuerpo completo y debajo de ellas un nombre y algunos datos: “le gusta morder”, “buena para trabajos manuales”, “muda”, “sin dientes”… Ninguna le llamaba del todo la atención hasta que vio una fotografía que resaltaba entre las demás: una hermosa pelirroja de ojos color miel: “Haley R.: tímida, recién llegada, sin usar”. Rozó ligeramente la fotografía con el dedo índice. Supo que era la correcta y así se lo dijo a la mujer.

—Perfecto, ¿y será desechable?

—¿Disculpe?

—Me refiero a que si no podremos ocuparla después, ¿piensa cercenarla o comerla?

—Ah, claro, será desechable.

—En eso caso, ¿quiere algunas herramientas en la habitación?

—Sí, eso estaría bien.

—Perfecto, y ¿gusta de algún escenario en especial? ¿Un confesionario, un manicomio, un salón de clases?

—El salón de clases —dijo él inmediatamente.

—Entonces supongo que le gustaría que la niña llevara un uniforme escolar.

—Sería excelente.

—Es usted demasiado predecible, pero me parece bien, la habitación estará lista en una hora, mientras tanto puede unirse a la orgía en la estancia.

Leonel regresó a contemplar la maraña de cuerpos, eran diferentes participantes pero igual de bellos que los primeros. Se sentó en un sillón a observar aquella actividad, supuso que se le cobraría más si participaba, así que se contuvo, aunque en realidad aún no había preguntado cuál sería el precio. No que importara, tenía suficiente dinero como para pagar una casa.

Una hermosa joven desnuda se acercó a él con una charola repleta de rollos de sushi y unas cuantas copas de lo que parecía vino.

—Son… ¿humanos? —preguntó nervioso, creyendo que aquella chica se reiría de él.

—Sólo la mitad de la derecha, tenemos algunos clientes quisquillosos.

—¿Y exactamente de qué son?

—Los california tienen pezón, los filadelfia tienen vagina y los tampico corazón. De beber tengo sangre A+, O+ y vino espumoso, ¿gusta algo? —Leonel pidió un poco de todo, y le preguntó a la mujer si unirse a la orgía tendría un costo adicional.

—Oh, no se preocupe, ya es demasiado lo que cobramos por su fantasía como para cobrar extras.

—¿Y si no me alcanza para pagarles?

—Siempre se cumplen los pagos —dijo ella apenas conteniendo una sonrisa perversa.

Mordisqueó su sushi de pezón y jugueteó con él en su lengua, eso lo excitó bastante. Miró hacia la masa de cuerpos frente a él: una bella mujer pelirrosa con una perforación en la lengua le realizaba un cunnilingus a una chica tatuada y lo miraba incitadoramente; él no pudo contenerse más y se quitó los pantalones exponiendo una gran erección que de inmediato introdujo en la vagina de la mujer perforada. Ella gimió de placer y comenzó a lamer más rápidamente a su compañera que comenzó a gritar histéricamente que quería ser devorada. Un hombre se acercó a ella, pero Leonel estaba muy distraído como para notarlo. Escuchó algunos gritos pero no le importó hasta que fue salpicado de un líquido; abrió los ojos y se dio cuenta de que entre la pelirrosa y un hombre se habían comido la vagina y el rostro de la tatuada. Esto lo sorprendió un poco, pero lo excitó más y terminó eyaculando dentro de la pelirrosa, y se retiró de la orgía mientras los demás continuaban aun con aquel cadáver entre ellos.

Tras unos quince minutos Liss apareció de nuevo.

—Su habitación está lista, es la 302 —dijo ella y le entregó su llave.

—Disculpe… aún no hemos hablado de cuánto me costará esto.

—Lo trataremos después de que termine, usted sólo disfrute la experiencia.

Tomó el elevador y llegó al cuarto piso, el lugar no se veía distinto de cualquier hotel. Buscó el cuarto 302 y abrió la puerta nervioso.



La habitación era una réplica exacta de un salón de clases, estaban el pizarrón, el escritorio del profesor y unas diez bancas ordenadas, además de las herramientas que le habían prometido. En la primera fila estaba su ángel uniformado, “Haley”. Era mucho más bella en persona, su piel parecía de porcelana. Cerró la puerta con seguro y se acercó a ella, era tan perfecta y por fin era suya, no podía esperar, su pene reaccionó con tan sólo verla.

Se puso en cuclillas frente a ella y la besó, la boca inexperta de la niña apenas se movía mientras él introducía su lengua por su garganta, su mano se deslizaba por sus delgados muslos y rápidamente la despojó de su ropa interior. Colocó a la niña en el suelo y le abrió las piernas, comprobando que aún era virgen. En tanto observaba su inmaculada y rosácea vagina, no pudo evitar lamerla como loco; miró el rostro de la niña que cerraba fuertemente los ojos, la tomó de la cabeza y le ordenó que lo mirara. Ella obedeció, entonces la desvirgó bruscamente, la expresión en su rostro valdría cualquier precio, ¡CUALQUIERA!

La pequeña comenzó a sollozar y lágrimas brotaron por sus delicadas mejillas. Leonel se excitaba cada vez más, abofeteó a la niña fuertemente hasta que su rostro tuvo un tono rojizo, luego tomó un martillo y comenzó a clavarle la parte posterior en el rostro y el pecho mientras la penetraba más y más rápidamente, hasta que no pudo más y se corrió en el rostro desecho de la niña. Después de eso, no le importaba cuánto cobrarían, podía dar su casa, su auto, se podían llevar hasta a su madre y no le importaría.

Salió de aquella habitación bañado de sangre y con un enorme gesto de satisfacción, encontrándose de nuevo con Liss.

—Veo que ha quedado conforme.

—Bastante, y estoy listo para pagar, valió totalmente la pena.

—Me alegra oír eso, ya que el precio es un poco más elevado de lo que piensa.

—Bueno, he ahorrado suficiente para esto, ¿cuánto será?, ¿veinte mil?, ¿treinta mil?

—No señor, no nos interesa su dinero.

—¿Entonces cómo voy a pagarle?

—Bueno, digamos que será proporcional a su placer… —dijo ella antes de conducirlo a otra habitación sin número.

Le ató los brazos a unas esposas que colgaban del techo y las piernas con otras que estaban en el suelo. Leonel pensó que un negro de dos metros podría violarlo y aun así habría valido la pena, pero lo que apareció en aquel cuarto fueron seis niñas, todas pelirrojas y no mayores de ocho años. Pensó que estaba en el paraíso hasta que las niñas comenzaron a rodearlo, y de pronto lo mordieron vorazmente, arrancándole la piel de sus brazos, abdomen y piernas, tras lo cual salieron corriendo. Nunca había sentido un dolor similar, el cuerpo le ardía terriblemente y no dejaba de sangrar.

—¡Ya pagué el precio! ¿Contentos? ¡Déjenme salir! —gritó histérico intentando liberarse de las esposas; sin embargo, sólo apareció una pequeña niña de nuevo, se parecía demasiado a Haley, pero no era posible, Haley estaba muerta.

Ella presionó un botón y Leonel pudo escuchar un ruido similar a un taladro que provenía de debajo de sus piernas; el sonido se fue acercando, hasta que pudo sentir cómo, en efecto, un taladro comenzaba a empalarlo lentamente.

—¡Detente! ¡Ya lo entendí, no volveré a hacerlo! ¡Me alejaré de las niñas pequeñas! —le gritó a la niña que sonreía maliciosamente sin dejar de presionar el botón.

El taladro seguía avanzando a través de los órganos de Leonel, causándole un terrible dolor como el que jamás hubiera imaginado. Comenzó a sangrar por la boca y a convulsionarse. El sufrimiento era insoportable y sólo deseaba morir. Finalmente, el taladro salió por su boca con rastros de intestino deshecho, y sólo entonces él quedó inconsciente.

Al día siguiente Leonel despertó en su cama sobresaltado y con un terrible dolor en el abdomen. “Todo fue un sueño, un terrible sueño”, pensó, hasta que sintió cierta humedad en su cobija: estaba llena de sangre. Miró su abdomen y aún conservaba algunas de las mordidas hechas por aquellas niñas, y en su buró estaba una tarjeta de presentación:


“El Burdel de las Parafilias. Vuelva pronto”.

The four kind

http://es.wikipedia.org/wiki/The_fourth_kind

El blog vecino

Este es un blog interesante para los seguidores
http://www.pasarmiedo.com/

Obseción: Querida Abby

Nunca antes nos habíamos conocido, así que tal vez esto te parezca un poco raro, pero siento que es necesario. Mi nombre es Jay, para empezar. Trabajo en la caja cinco del supermercado de la Calle 67 —¿conoces el que tiene un estacionamiento demasiado grande para la tienda en sí? Ése mismo—. Tengo veinticuatro años, bastante alto y con un aspecto un poco desaliñado. Probablemente no me reconocerías si te hablase, no tengo una cara muy memorable. Je, realmente no sé por qué te estoy diciendo esto si te soy sincero… pero esta no es la razón por la cual te escribo.

Estaba trabajando hasta tarde ayer, fue un día normal la mayor parte del tiempo, pero estarías impresionada de saber lo interesante que este empleo puede ser a veces. Había estado leyendo un libro que mi compañero de la caja siguiente dejó olvidado. Una muy mala novela de misterio llena de clichés. Realmente aburrido si me preguntas. Pero, algo es algo supongo. Cuando te presentaste, sin embargo, mi noche entera cambió. No sé exactamente qué fue lo que llamó mi atención de ti, pero cuando te vi sentí una extraña sensación. Una mezcla entre la excitación y el terror, que sería la mejor manera en la que puedo describirla. Te vi entrar en mi línea y rápidamente me incorporé. Fue sólo en lo que te acercabas cuando me di cuenta de eso que me llamó la atención… eras totalmente hermosa. Te me pusiste en frente, dijiste «Hola» y me diste tu carrito. Pude notar por la forma en que hablabas y caminabas que no habías dormido muy bien, aunque no era extraño teniendo en cuenta la hora. Después de un segundo o dos de silencio incómodo, me percaté de que me habías saludado, y forcé un casual «H-Hola» para responderte. Me maldije mentalmente por eso.

Me quedé en mi lugar por un segundo, tratando de concentrarme. «¿Cuál es tu nombre?», dije. Un poco más tarde me di cuenta de lo raro que eso te podría haber sonado… Me alegro de haberlo hecho, de todos modos. Recuerdo que dijiste que te llamabas Abigail Marrot, pero que podía decirte Abby, ya que era tu nombre de pila. Abby, parecía encajar tan perfectamente. El nombre pareció rodar fuera de mi lengua mientras lo repetía en silencio. Era como miel dulce, se sentía bien con tan sólo decirlo. Parecías perpleja cuando te volví a ver, y me pregunté si había hecho algo que te hubiese molestado. «¿No deberías estar empacándolos?», dijiste, y apuntaste hacia los productos que pensabas comprar. De inmediato, sorprendido y avergonzado, me volteé en tu dirección y me disculpé, para luego empezar a guardar torpemente los productos en las bolsas lo más rápido que podía. No lo creía, ¿que tan estúpido era? Pero cuando vi arriba, me di cuenta de que estabas riéndote.

«Eres muy lindo», dijiste. Traté de mantener la compostura, pero estaba obviamente emocionado. «Tú también lo eres», dije, mientras acababa de llenar las bolsas con los alimentos que sobraban. A medida que te ibas, te diste la vuelta cuando abrías la puerta y dijiste «Buenas noches». Me imagino que parezco muy estúpido escribiendo todas estas cosas, probablemente lo recuerdas, quiero decir, pasó ayer. Pero me fui a casa estático esa noche y con toda la confianza del mundo. Siento que es casi irreal, escribiéndolo aquí.

De cualquier forma, quería escribir esta carta Abby, para decirte que te amo. No sé qué fue lo que sentí esa noche, fue una mezcla rara de emociones. Pero de lo que estoy seguro es que en esa pequeña interacción que tuvimos, sentí que había algo entre nosotros.

Te haré llegar esta carta en breve.

Atentamente, Jay.



Querida Abby,

Ha pasado una semana desde que te mandé mi carta y todavía no he recibido ninguna respuesta, pero eso no importa. ¿Cómo has estado? Mi vida ha estado igual de normal que siempre, levantarse, ir a trabajar, ir a la cama. Vivo en un departamento de mierda, pero supongo que eso es lo que consigues cuando trabajas de cajero en un supermercado. Pensé en ti demasiado últimamente, y a veces me pregunto si sigues recordándome.

Te vi de nuevo hoy en el trabajo, esta vez a una hora más razonable, por suerte. Viniste a mi línea de nuevo, lo que me hizo quedar totalmente encantado. Ahora estaba menos nervioso, iba a actuar normalmente, no importa qué dijeses o hicieses. Mientras caminabas hacia mí murmuraste algo tan silenciosamente que no pude entenderlo, y esperaste en el final de la barra a que guardase tus productos… Esto evidentemente no era lo que esperaba, pero tampoco era tan malo. De hecho, no parecías sentir nada en absoluto. Estaba esperando que me hablases o evitases como si tuviese la peste, pero seguiste tu camino como si yo fuese cualquier extraño. Esto me hace dudar de si recibiste mi carta, quizá deberías chequear tu buzón más a menudo.

Poco después de que terminase de empacar tus cosas, pagaste y caminaste hacia la salida. Claro, éste es un proceso muy normal para mí ya que lo hago 50 veces al día, pero me había determinado desde la noche que te escribí mi primera carta a socializar más contigo la próxima vez que te viese. No estaba satisfecho, tenía que lograr un progreso. Hay un pequeño cuarto en el extremo izquierdo opuesto a la entrada del supermercado, designado para el personal. Allí guardan todo el contenido tomado por las cámaras de seguridad, acerca del cual el personal hemos sido instruidos en nuestra inducción. Para mi suerte, hay una cámara situada justo al lado de mi línea.

Esperé a que el supermercado cerrase, y después entré. Tras inspeccionar algunas pantallas de televisión encontré la que daba vista de mi línea. Y luego de unos minutos de escanear, te encontré. Di pausa en el mejor ángulo que pude captar. Verte por tanto tiempo me hizo darme cuenta de lo perfecta que eras; cada rasgo de tu cuerpo, tu pelo, tu cara, tus piernas… Tu pecho, era simplemente perfección. Puse en reversa la toma de cuando pasaste por mi línea un par de veces, no podía evitarlo. Mis ojos estaban perdidos en la pantalla.

Después de algunos minutos de consideración, saqué la cinta, la puse en mi bolsillo, y volví a mi casa. Sabía que no estaba permitido, bien podía ser despedido por tales acciones, pero no podía evitarlo, Abby, te amo. Amo todo sobre ti. Pienso constantemente en ti. ¿Sientes lo mismo por mí, Abby?

Por favor, escríbeme de vuelta pronto.

Sinceramente, Jay.



Querida Abby,

Ya pasaron tres días y todavía no obtengo una respuesta. ¿Por qué no quieres hablarme? Sigo dudando de si te llegaron mis otras dos cartas, por favor dime si te llegaron.

Así que me han despedido, encontraron la cinta que faltaba. Recibí una llamada del jefe de la tienda a las seis de la mañana del lunes y me dijo que debía ir inmediatamente. Me convocó a una junta obligatoria para todo el personal. Cuando llegué, la mayoría se hallaban reunidos alrededor de una mesa con mi jefe a la cabeza de ésta. Una vez que no faltaba nadie nos dijo que se había producido un robo ayer, nos habían robado cerca de dos mil dólares en mercancías y las pruebas estaban en la cinta que había tomado… Sólo mi suerte. Nos dijo que nadie iba a salir de la habitación hasta que alguien confesase. Después de algunos minutos, finalmente cedí. Le conté todo, cómo me sentía sobre que tú y yo tuviésemos una conexión. Luego de contar mi historia, todos en la sala me veían asombrados. Esperé. De pronto, mi jefe rompió la tensión. «Jay, estás despedido. Vete y no vuelvas jamás», dijo.

Ese maldito idiota, siempre me trató como mierda. Ha estado sobre mis talones desde el día que me dieron el trabajo, juro que estaba esperando que cometiese algún descuido para poder justificar despedirme. Y la única vez que tengo un desliz se entera. ¿Por qué no me comprende? ¿Acaso no entiende que estamos hechos el uno para el otro? Cualquier hombre hubiese entendido, cualquiera en mi puesto hubiese hecho lo mismo, ¿verdad?

Te he estado buscando mucho últimamente, sin trabajo tengo todo el tiempo del mundo para aprender cosas sobre ti. Hoy conduje hacía tu departamento, se ve muy bien, mucho mejor que el mío. ¿Sabías que vives a sólo kilómetro y medio de mi edificio? Pregunté para verte muchas veces, pero me dijeron que no pasabas ahí todo el tiempo. Me sentía más y más desanimado, pero estaba decidido a verte de nuevo.

Después de unas horas de preguntar, opté por quedarme en el estacionamiento esperando a que vinieses, y después de varias horas esperando lo hiciste. Era tarde por la noche, creo que alrededor de las nueve. Te vi parquear tu coche y salir. Sentí una oleada de calor al ver tu cara de nuevo, sé que tengo la cinta para verte pero no se compara con verte en vida real. Me aseguré de grabarlo para más tarde cuando esté en mi casa, esta vez con una cámara de muy buena calidad. Quería capturar tantos detalles como fuesen posibles, no tenía idea de cuándo sería la próxima vez en que te vería y la cinta ya no era suficiente para mí.

No puedo sacarte de mi cabeza nunca más, nunca. Todo lo que hago es ver ese video que grabé de ti una y otra vez. Abby, quiero que estés conmigo siempre. Quiero despertarme en las mañanas y tenerte a mi lado.

No puedo esperar a verte de nuevo.

Con amor, Jay.



Querida Abby,

Tengo noticias muy emocionantes Abby, ¡me estoy mudando a tu departamento! ¿No estás emocionada? Podremos pasar horas y horas juntos, va a ser simplemente perfecto.

Déjame explicar, mi trabajo pagaba sólo lo suficiente como para que pudiese cancelar la mensualidad del alquiler y comprar alimentos cada semana. Debido a esto, he tenido poco o ningún dinero en mis ahorros, no estaba en condiciones de durar mucho más. Fui capaz de postergarlo algunos días, pero hoy fui desahuciado. Aunque me aseguré de traer conmigo mis cintas de ti y fotografías, y mi cámara por supuesto.

Realmente deberías decirle a tu casero que mejore su personal, pude pasar a los de seguridad fácilmente. Subí a tu habitación y toqué la puerta, pero nadie contestó, así que decidí entrar por otros medios. Me di cuenta de que hay un conducto de ventilación en la esquina inferior de tu habitación; no es raro teniendo en cuenta el calor que puede hacer aquí en verano. Supuse que tenía que haber algún tipo de escotilla por la que pudiese meterme. Después de algunos minutos de buscar, encontré una puerta al final de tu pasillo que se veía como un cuarto para el personal, y por suerte había una forma de entrar a los conductos desde ahí.

Me arrastré a lo largo de ellos hasta llegar a tu cuarto, era muy estrecho y era también muy difícil moverse por ahí, pero me las arreglé. Cuando llegué, sentí una oleada de éxito. Como las luces estaban apagadas y no alcancé a verte comprobé que no estabas en casa, pero soy paciente. Recorrí con la mirada todos los rincones de tu habitación, tratando de memorizar cada detalle. Tu olor me abrumó cada instante que pasé ahí, el cual había percibido las dos veces que viniste a mi línea en la tienda, pero nunca tan intensamente. Fue fascinante, no pude poner mi dedo en ello, pero me recordaba a algo, era casi como melocotones. Me he condicionado a ser extremadamente paciente, así que te esperé por horas. Puedo permanecer inmóvil por varias horas consecutivas, sin mover un músculo; nadie iba a fijarse en mí.

Entonces, finalmente llegaste a casa. Sentí una amplia sonrisa formarse en mi cara al segundo en el que oí la puerta abrirse. Allí estabas, mi amor. En ningún momento advertiste mi presencia, la luz en tu habitación parecía estar en el ángulo indicado para que no vieses nada en la rendija de la ventilación más allá de los primeros centímetros. Traté de contener mi excitación, pero empecé a respirar muy pesadamente. Traté de ocultarlo lo mejor que pude pero me fue difícil… De repente miraste directo a la rendija. Me silencié completamente. Después de unos segundos parecía que habías perdido el interés, eso me hizo sonreír. Este era el lugar perfecto.

Pude notar que te había incomodado sin embargo, durante toda la noche te levantabas para dar una mirada a la rendija. Las personas parecen tener un sentido que les hace saber si alguien está observándolas, puede llevarlas a tener un ataque de pánico. No trates de fingirlo Abby, puedo darme cuenta de cuando alguien está despierto, de cuando está tan asustado que se le hace imposible dormir. ¿Por qué estás tan asustada, en todo caso? Soy yo, ¿por qué te asustaría? Sabes que te amo. Lo sabes, ¿cierto?

Estoy ansioso por pasar todos los días contigo de ahora en adelante Abby; escribe de vuelta si puedes.

Con amor, Jay.



Querida Abby,

Te he visto despertar esta mañana, yo no pegué un ojo en toda la noche. Eres demasiado apasionante, me pasé la noche entera mirándote. No pude evitarlo… cada vez que intentaba apartar la mirada, mis ojos se dirigían de vuelta hacia ti en unos segundos. Tuve la tentación de salir para tener una mejor vista de ti varias veces en la noche, pero me resistí. No podía dejar que me descubrieses, no por ahora al menos.

Me pareció que te pasaste demasiado tiempo en el baño por la mañana, asumí que dándote una ducha o poniéndote maquillaje. No, ¿por qué harías eso Abby? Cualquier cosa que pueda cambiar tu aspecto natural sólo ocultaría tu verdadera belleza. ¿No quieres que todos vean lo que yo veo de ti?

Te marchaste poco después a trabajar, o eso creo. Tras reflexionarlo un momento, decidí salir del conducto. Deslicé mi mano por una de las rendijas y saqué los tornillos. La superficie de la rendija era muy lisa, así que fue fácil encontrarlos. Agarré uno y lo retorcí tanto como pude, y finalmente lo pude sacar. Hice esto con los otros y retiré la rendija.

La primera cosa que hice fue ir al baño. Me deshice de todo lo que pudieses usar para cubrir tu cara, esas cosas me repugnan. De esta forma todos verían cómo eres realmente. También encontré algo más ahí, tu cepillo para el cabello. Lo agarré y lo atraje a mi cara para examinarlo; era de un azul apagado, con un mango redondo de mucho espesor. Pero eso no me interesaba, los cabellos… eso era lo que me interesaba. Me tomé unos minutos sacando todos los que podía ver, y los alineé en tu repisa. Los conté, obtuve 59. Esto me satisfizo enormemente; los recogí y los guardé en mi bolsillo.

Pasé el resto del día revisando tus cosas para aprender más sobre ti, tus intereses y tal. Veo que eres una gran fanática de las películas. Encontré tu colección detrás de tu armario, tengo que admitir que es muy impresionante. Pero he encontrado algo allí que me hizo enfadar, una foto tuya con otro hombre. Me desgradó tan sólo mirarlo, abrazándote cómo si le pertenecieses. No te hará falta.

A eso de las ocho de la noche me pareció que lo mejor sería regresar al conducto de la ventilación, siempre sueles llegar a esa hora… Luego tuve otra idea. Miré hacia tu cama, las mantas estaban colgando por lo bajo, lo suficiente como para rozar el suelo. Así no podrías ver bajo la cama, a menos que las acomodases. Primero puse la rendija en su lugar, y luego me deslicé por debajo de tu cama con una sonrisa en mi cara. Cuando volviste estabas completamente pálida, y me di cuenta de que venías con alguien más. Te decía que escuchó ruidos venir de tu apartamento mientras no estabas. Me grité a mí mismo mentalmente, debía de ser más cuidadoso. Ir bajo la cama había sido una buena idea después de todo, ya que, obviamente, tu primer idea fue ir a ver por la rendija. Agradeciste a la persona y se fue. Por fin, estábamos a solas.

Aguardé en silencio hasta que te fuiste a la cama, me pareció una eternidad hasta que lo hiciste. Esa noche sería mi oportunidad de tenerte más cerca; pero fui cauteloso, esperé hasta que estuvieses profundamente dormida, y sólo entonces me deslicé fuera de la cama. Y te vi ahí postrada, te veías increíble. Cada curva de tu cuerpo era perfecta, cada pequeño detalle era hermoso. Te acerqué mi mano y empecé a acariciarte la cara, era tan suave como la seda. Estaba muy excitado, tu belleza era abrumadora. Poco a poco me bajé el pantalón y empecé a tocarme, traté de controlarme para no despertarte, pero me fue imposible. Sentía el más puro éxtasis, todo sobre ti era perfecto.

Regresé a mi lugar poco antes de que amaneciera. Me aseguré de prestar atención estos días, no viste mi carta más reciente Abby, simplemente no debes de chequear tu buzón. Haré un cambio, voy a dejar ésta en tu repisa.

Ah, me olvidé, estoy preparándote una sorpresa. Fíjate en tu armario después de leer esto.

Tuyo siempre, Jay.



Querida Abby,

Hoy pasé mi tiempo dándole los toques finales a tu sorpresa mientras estabas en el trabajo, realmente vas a amarlo. He puesto todo mi esfuerzo en ello, ¿sabes? Llegaste a casa a las ocho treinta de nuevo, y viste mi carta casi inmediatamente. Empecé a sonreír mientras la abrías, esperando a ver tu reacción. Te veías confundida al principio, después alarmada, y finalmente horrorizada. Empezaste a temblar violentamente y vi que empezabas a llorar… ¿No te gusto, Abby? ¿Por qué llorabas? ¿No me amas? ¿NO ME AMAS ABBY?

Todo lo que pasó después de eso fue un borrón. Volteaste al armario sin dejar de sollozar, como contemplando la opción de abrirlo o no. En su lugar, pasaste corriendo entre el armario y la puerta. Cuando volviste tenías todas mis cartas, que no tardaste en leer… bueno. En algún momento parecía que ibas a romperte y a hacerte un ovillo en el suelo. Estabas desesperada por decir algo, pero totalmente paralizada por el miedo. Después de unos diez minutos, te vi mirar bajo la cama, en el conducto de la ventilación, en cualquier lugar en el que pudiese estar. Verás, Abby, soy más inteligente que eso. Sabía que ibas a buscarme en esos lugares, así que encontré un mejor lugar después de terminar tu sorpresa. Nunca me encontrarás aquí, nadie lo hará. ¿No es genial? Puedo observarte para siempre y no hay nada que tú u otros puedan hacer.

Aunque, todavía no viste tu sorpresa Abby. Sé que aún seguías pensando en ello, te vi mirar al armario repetidamente. ¿Qué podría haber ahí? ¿Qué ibas a encontrar? Esto no podía durar para siempre, tú y yo lo sabíamos. Vi que caminabas lentamente hacia el armario buscando a tientas el mango para abrirlo. De súbito, lo agarraste firmemente y lo abriste.

Era un libro de recuerdos, de ti y de mí. Te vi pasar las páginas, parecías sorprendida. Nos saqué fotos juntos cuando no estabas mirando, fotos de ti durmiendo, fotos de ti en la computadora; esparcí los cabellos que coleccioné en él. También pegué fotografías de parejas juntos, con nuestros rostros, por supuesto. Y la fotografía de ti y ese estúpido al fondo, con su cabeza desgarrada. ¿No terminas de entenderlo, verdad, Abby? Nadie, NADIE puede tenerte excepto yo. Estamos hechos el uno para el otro, y para nadie más.

Te vi llorar por otros treinta minutos, y luego te paraste y corriste fuera de tu departamento. Volviste con muchos policías. Eso me desconcertó. ¿Por qué traerías a esas personas a nuestro cuarto? Ellos nunca me encontrarán, pero si lo hiciesen podrían arruinar todo. Todo mi trabajo en las últimas semanas sería en vano. Tú no quieres eso, Abby.

Estoy exhausto por el trabajo de hoy, y por más que te ame, necesito dormir.

Buenas noches Abby.

Con amor, Jay.



Querida Abby,

¿Ves lo que has hecho Abby? ¿VES LO QUE HAS HECHO? Me desperté a las ocho de la mañana y te vi haciendo tus maletas frenéticamente; estaba confundido al principio, pero luego entendí. Me estabas dejando. Ya no me amabas. ¿Cómo pudiste hacerme esto, Abby? Fuiste la única persona a quien quise en toda mi vida. No tenía una razón para vivir, pero cuando te conocí tuve un último deje de esperanza. Pensé que al fin tenía un propósito para continuar con mi vida de mierda. Y fuiste y tiraste todo eso por la borda. ¡¿Cómo pudiste Abby?!

Unos segundos después saliste de tu habitación. Yo salí de mi escondite y te seguí. Vi que arrojaste tus maletas en el baúl y te disponías a entrar a tu coche. ¿En serio creías que podrías librarte de mí Abby? No iba a dejar que te alejases, nunca dejaría que eso pasase. Tuve que golpear tu cabeza y noquearte para que detuvieras tu escándalo.

Estaba preparado en caso de que reaccionaras así. Reservé uno de los depósitos en las afueras de la ciudad el día en que decidí mudarme contigo. Nos llevé con tu auto hasta allí, te agarré y te traje dentro conmigo. Me tomó poco tiempo así que seguías inconsciente, me aseguré de revisar en tus bolsillos que no tuvieses tu celular. Te senté en la parte de atrás del pequeño cuarto y cerré la puerta. Llamé al propietario y le dije que había visitado mi depósito la otra vez y me había olvidado de cerrarlo, y le pregunté si no le molestaría cerrarlo por mí. Por supuesto, él dijo que sí y colgué. Luego tiré el celular en el suelo y lo pisoteé, para asegurarme de que nunca más funcionase. Poco después lo escuché venir y cerrar la puerta.

Alrededor de una hora más tarde, vi que empezabas a despertarte. La primera vez escuché un quejido muy débil, luego tu pierna empezó a moverse. Un poco después estabas completamente despierta. Cuando viste mi cara, empezaste a gritar, lo que luego disminuiste a un gemido, y luego a un murmullo. Ahí fue cuando lo viste, la otra cosa en el cuarto. Mi cuchillo. Era obvio qué hacía aquí, y después de un segundo de entendimiento te precipitaste a recogerlo.

Vi la muerte en tus ojos y dije «Abby, te amo»… y luego sentí el dolor punzante del cuchillo siendo introducido en mi cuerpo. Creo que lo sacaste y lo clavaste de nuevo con mucha fuerza. Pude sentirlo en cada momento, como un fuego ardiente en mi pecho. Caí en el suelo, riendo mientras tosía sangre. Te vi retroceder, temblando, y sentarte de nuevo en tu rincón.

Y ahora, mientras me siento sobre un charco de mi propia sangre escribiendo esto, me pregunto cómo saldrás. ¿Usarás el cuchillo para tomar tu propia vida? ¿O vas a dejar que el hambre te mate? De cualquier manera, estaremos juntos en la muerte Abby. Juntos desde el día en que te vi, hasta el día que ambos morimos. Y mientras estás sentada ahí, llorando, puedo decirte que llegué a una conclusión. Abby, esto es todo lo que quería, y por eso quiero decirte gracias.

Con amor, Jay.

El parque

Desde siempre me ha agradado caminar o rondar entre la oscuridad simplemente acompañado por la luz prestada de la luna, aún desde aquel día en que sucedió tal tragedia… Nunca terminé de superar ese hecho, pero hubo otro que me perturbó un poco más mis días errantes sobre la tierra….Fue hace unas semanas cuando me sucedió algo un poco aberrante…

Después de las tragedias siempre se espera que la tormenta se atenúe un poco más, que avance rauda y poder ver quizás un rayo de luz, algo de esperanza, pero en este, mi caso, no fue así…en realidad empeoró.
Podría decir que es a veces curiosa la existencia humana, nuestros hábitos y adicciones que son parecidas a un placebo para aliviar tristes y amargas monotonías diarias. En mi caso siempre fue el caminar de madrugada, no hay nada como el silencio tan abismal que se percibe a altas horas de la noche en la cual eres sólo tu y el mundo, tu y la luna…y nadie más.
Es curioso cuando te gusta caminar en la profunda penumbra de la noche, entre las mismísimas tinieblas que proyectan formas por doquier acelerando el palpitar más calmado y valeroso, pero hubo una vez en que dejé esta adicción aún cuando quedé con una duda tan inmensa que no pude continuar haciéndole compañía al astro lunar.
Con paso firme y tranquilo, noté de lejos y curiosamente, a una niña meciéndose en una hamaca de un abandonado parque en la zona más lejana de la ciudad, la cual antes yo solía habitar debido a mi extraño traslado. Me fue llamativo cuando sin darme cuenta aquella pequeña se apareció a mi lado y me miró penetrante y fijamente sin decir más que un leve murmullo casi inaudible, mientras sólo se percibía el susurro húmedo del viento cargado de rocío y de pronto alaridos de angustia y dolor… La chica desapareció trotando por la calle con risas macabras que rompían el silencio y dejando un rastro de sangre tras de si….


Quizás no sea nada del otro mundo, pero llegó a convertirse en algo escalofriante para mi cuando sabes que falleciste días atrás y un vivo te habló…

Un huevo

Fue un accidente de auto. Nada particularmente destacable, pero fatal sin duda. Dejaste a una esposa y dos hijos. Los paramédicos hicieron su mejor esfuerzo por traerte de vuelta, pero no había nada que hacer. Tu cuerpo estaba completamente destrozado, fue mejor así, créeme.
Y entonces me viste.
—¿Qué… qué ocurrió? —me preguntaste—, ¿dónde estoy?
—Moriste —te dije de una vez. No hay por qué andar con rodeos.
—Había un… un camión, y se estaba saliendo del camino…
—Un choque.
—¿Morí?
—Pero no te sientas mal por eso. Todos mueren.
Miraste alrededor. No había nada, sólo tú y yo. —¿Qué es este lugar? —me preguntaste—. ¿Es lo que hay después de la vida?
—Más o menos —te respondí.
—¿Eres Dios?
—Sí, lo soy —te dije, para tu estupefacción.
—Mis hijos… mi esposa…
—¿Qué con ellos?
—¿Estarán bien?
—Me gusta eso. Apenas moriste y tu mayor preocupación es tu familia. Eso es bueno.
Me miraste fascinado. Para ti no me veía como Dios, me veía como cualquier hombre. Alguna vaga figura de autoridad. Más un profesor de gramática que el Todopoderoso.
—No te preocupes —te dije—, estarán bien. Tus hijos te recordarán como alguien perfecto en todos los sentidos. No tuvieron tiempo para guardarte algún rencor. Tu esposa se lamentará en público, pero secretamente sintiéndose aliviada. Para ser sincero, tu matrimonio estaba desmoronándose. Si te sirve de consuelo, se sentirá muy culpable por sentirse aliviada.
—Ah… Entonces, ¿qué pasa ahora?, ¿podré ir al Cielo o al Infierno o algo así?
—A ninguno. Reencarnarás.

—Vaya —murmuraste—, los hindúes tenían razón.
—Todas las religiones tienen razón a su manera. Ven conmigo.
Seguiste preguntando mientras paseábamos por el vacío. —¿Dónde vamos?
—A ningún lugar en particular. Es agradable caminar mientras hablamos.
—¿Cuál sería el punto de esto? —no demoraste en preguntarme—. Cuando renazca, seré como un pizarrón en blanco, ¿no? Un bebé. Y así toda mi experiencia y lo que hice en esta vida no importará.
—Te equivocas, tienes contigo el conocimiento y experiencias de todas tus vidas pasadas, sólo que no lo recuerdas ahora mismo —paré de caminar y te tomé por los hombros—. Tu alma es más hermosa, magnífica y gigante de lo que puedas imaginar. Una mente humana puede contener apenas una fracción de lo que eres. Es como meter tu dedo en un vaso de agua para ver si está caliente o frío. Pones una pequeña parte de ti en el vidrio, y cuando lo quitas, consigues toda la experiencia que tenía.
»Has sido un humano por los últimos 34 años, en estos instantes no puedes sentir el resto de tu inmensa conciencia. Pero si nos quedáramos aquí por más tiempo, comenzarías a recordar todo. Claro que no tendría sentido hacer eso entre cada vida.
—Supongo que habré reencarnado infinidad de veces…
—Oh sí, muchas veces, y en muchas vidas distintas. Esta vez reencarnarás en una campesina china del año 540 d. C.
—No, ¿qué? —tartamudeaste—, ¿me enviarás al pasado?
—Pues, técnicamente. El tiempo, como lo conoces, sólo existe en tu universo. Las cosas son diferentes de donde vengo.
—¿De dónde vienes? —curioseaste.
—¡Oh claro! —te empecé a explicar—. Vengo de algún lugar… un lugar distinto a éste. Donde hay otros como yo. Sé que querrás saber cómo es ahí, pero sinceramente no entenderías.
Estabas algo decepcionado. —Pero en tal caso, si reencarno en otros lugares y épocas, ¿podría interactuar conmigo mismo en algún momento?
—Seguro. Ocurre todo el tiempo. Con ambas vidas sólo preocupadas de su propia existencia, nunca te percatas de ello.
—¿Cuál sería el punto? —reiteraste.
—¿Lo dices en serio?, ¿me preguntas por el sentido de la vida?… ¿No te parece muy trillado?
—Es una pregunta razonable —insististe.
Te miré a los ojos. —El sentido de la vida, la razón por la que hice este gran universo, es para que madures.
—¿Te refieres a la raza humana?, ¿quieres que maduremos?
—No, sólo tú. Hice este universo para ti. Con cada nueva vida creces y maduras, y aumentas tu intelecto.
—¿Qué hay de los demás?
—No hay nadie más —te dije—. En este universo, no existe nada más que tú y yo.
Palideciste. —Pero toda la gente en la Tierra…
—Todos son tú. Diferentes encarnaciones de ti.
—Espera, ¡¿soy todos?!
—Ahora lo vas entendiendo —te dije, con una palmadita de felicitación en la espalda.
—¿Soy cada humano que ha vivido?
—O que vivirá, sí.
—¿Soy Abraham Lincoln?
—Y eres John Wilkes Booth, también —agregué.
—¿Soy Hitler? —me preguntaste, cohibido.
—Y eres los millones que mató.
—¿Soy Jesús?
—Y eres cada uno que cree en él. —Quedaste en silencio.
Cada vez que victimizaste a alguien —empecé—, te victimizaste a ti. Cada acto de bondad que has hecho, te lo hiciste a ti. Cada momento feliz y triste que ha sido experimentado por cualquier ser humano, fue, o será, experimentado por ti.
—¿Por qué?
—Porque algún día serás como yo. Porque eso es lo que eres, uno de mi clase. Eres mi hijo.
—Vaya… —me dijiste incrédulo—. ¿Quieres decir que soy un dios?
—No, aún no. Eres un feto. Seguirás creciendo. Una vez que hayas vivido cada vida humana en todos los tiempos posibles, habrás crecido lo suficiente para nacer.
—Entonces todo el universo —me dijiste— es…
—Una especie de huevo —te respondí—. Ahora es tiempo de irte a tu próxima vida.
Y con eso, te envié hacia tu destino.